[Historia] Los dos lobos

Los dos Lobos








Era un día oscuro,
el viento soplaba enérgicamente y las negras nubes anunciaban una fuerte
tormenta. Pero nada de esto le importaba a ella, estaba feliz ya que ese era el
último día de clases.


Tomó el autobús
junto a su amiga Sussel, que las llevaría a unas pocas cuadras de sus casas.
Cuando éste llegó a la parada que estaba frente al colegio, ambas chicas
subieron y se sentaron juntas. El trayecto era un tanto largo, pues tomaba al
menos unos cuarenta y cinco minutos llegar de la escuela a sus casas.


No pasó mucho
tiempo desde que salieron ( De hecho habrían sido unos diez o quince minutos)
cuando el autobús se detuvo de improviso.


- ¿Y ahora qué? –
Preguntó Sussel a su amiga, mientras observaba como el conductor bajaba,
maldiciendo, a ver cual era el problema.


- Esperar – Contestó
ella.


Sussel estuvo a
punto de decirle algo, cuando notó algo curioso:


Se habían detenido
justo en frente del cementerio local. Pero eso no era lo curioso, pues siempre
pasaban por allí, lo realmente extraño fue ver a un niño pequeño jugando entre
unas tumbas.


- Mira eso, Ros –
Le dijo a su amiga, señalando al niño.


Ros (Y por cierto,
su nombre es Rosangela) miró hacia esa dirección y también vio al niño.


- Quizá sea un
fantasma – Dijo ella, a modo de broma.


- Le tomaré una
foto con el teléfono celular – Dijo su amiga, y lo hizo.


Lo que les resulto
muy extraño al ver la foto era que ese niño pequeño no salía en ella. Pero eso era imposible, definitivamente él
estaba allí y no solo eso, él las observaba con curiosidad desde allí y comenzó
a hacerle señas con la mano para que se acercaran.


Ambas, como
hechizadas por el misterioso poder de la curiosidad, bajaron del autobús y se
dirigieron hacia él. Pero no pudieron acercarse lo suficiente, cuando el niño
comenzó a correr entre las tumbas, adentrándose más y más en el cementerio
hasta que ya no pudieron verlo. En ese momento, el viento pareció cambiar de
dirección y se volvió un poco más fuerte, cosa que incomodó a las chicas.


- Mejor volvamos – Dijo Sussel, algo
asustada, y se dirigió hacia el autobús.


Rosangela se quedó
unos momentos observando hacia la dirección donde el niño había corrido, pero
luego se dio la vuelta para regresar, pues una extraña sensación comenzaba a
apoderarse de ella… Pero no pudo hacerlo, no veía el autobús y ni siquiera la
calle, pues una densa niebla había aparecido y era como una pared, pues nada podía
verse a través de ella. Claro que eso no la asustó, pues no era más que niebla
después de todo, pero lo que si lo hizo fue una extraña sombra que se acercaba
muy lentamente hacia ella, desde esa poco común neblina. En ese momento, sintió
una fuerte opresión en el pecho y comenzó a sentirse algo mareada. “Corre”
escucho; no sabía de donde venía esa voz pero en esos momentos eso fue lo que
ella hizo: correr.


Corrió y corrió
hasta que ya no pudo, adentrándose en el cementerio más y más. El lugar le
pareció muy grande, mucho más de lo que en verdad era ese cementerio. Y por
unos momentos creyó que daba vueltas en círculo, pero realmente no era así,
ella seguía en línea recta, pero aun así no podía llegar al otro lado. Ya
estaba muy cansada, pero por una extraña razón sentía que debía seguir y no
detenerse.


El cielo se
oscureció un poco más y la niebla parecía acercarse de todas las direcciones,
como si intentara rodearla.


Caminó un poco más
y vio un gran portón de hierro, muy viejo y oxidado por cierto, y la puerta
estaba abierta de par en par. Lo atravesó con cautela y casi muere del miedo,
pues apenas atravesó ese extraño portal, sintió un extraño ruido a sus
espaldas. Se dio la vuelta y vio a esa extraña sombra, no sabía exactamente lo
que era, pero parecía un gran animal y se acercaba a ella velozmente.


Rosangela volvió a
correr una vez más, muy asustada y presa del pánico, cuando notó lo que parecía
una luz entre toda esa niebla. Sin saber que más hacer, se dirigió hacia la luz,
pero se detuvo en seco al notar que había cuatro sombras junto a ella. Estuvo a
punto de correr hacia otra dirección, pero una de esas sombras le gritó:


- ¡Ey! ¿Quién eres?
¿Qué haces aquí a estas horas? –


Rosangela se sintió
aliviada, de seguro se trataba del encargado de cuidar del cementerio. Se
acercó hacia ellos, aunque con mucho cuidado, y cuando pudo verlos notó que la
miraban con asombro.


- Algo… algo me
persigue – Dijo Rosangela, aun agitada. Luego contempló la escena: Las cuatro
personas eran una mujer, dos hombres (uno alto y delgado; y el otro algo bajo y
con unos gruesos bigotes) y una niña pequeña. Esa luz que había visto emanaba
de un viejo farol.


- ¿Qué algo te
persigue? – Preguntó el hombre de bigotes – Y por cierto… ¿Qué son esas
extrañas ropas que llevas puestas? –


- No le veo nada
raro a mi ropa, es el uniforme de mi escuela – Contestó ella, algo ofendida por
el comentario.


- Mis disculpas
señorita, es solo que… - El hombre se detuvo de improviso y sus ojos se
abrieron de par en par.


Ros se dio la
vuelta y vio a esa extraña sombra, que los observaba. Todos quedaron en
silencio por unos momentos, pero cuando aquel extraño ser dio un paso hacia
ellos, comenzaron a correr a toda velocidad, pero no ella… Estaba tan aterrada
que sus pies no se movían del lugar, parecían estar clavados al suelo.


La niebla comenzó a
disiparse y Rosangela notó algo muy extraño en aquella criatura: realmente
parecía ser una sombra, ya que no había un cuerpo de donde se figurara la
misma. Y lo más extraño era que parecía tener la forma de una enorme rata. Pero
pronto dejó de ser solo eso: su cuerpo se volvió sólido y se seguía acercando a
pasos lentos pero constates.


Rosangela sintió
que era inundada por un pánico incontrolable y deseaba gritar, pero no podía
hacerlo, apenas podía respirar del terror. Cuando esa “rata” estuvo lo
suficientemente cerca, dio un salto y se lanzó hacia ella. Ros cerró los ojos y
esperó, pero en ese momento sintió que una ráfaga de viento pasaba a su lado.
Abrió los ojos y pudo ver a un enorme y hermoso lobo blanco. Éste se lanzó
sobre la rata y en ese momento, Ros, sintió que ya podía moverse y sin pensarlo
corrió junto a los demás (que por cierto, no estaban muy lejos y observaban la
pelea de aquellas fieras).


Claramente se
notaba que quien iba ganando era el lobo: La rata gigante estaba muy malherida
y apenas podía mantenerse en pie así que, al verse derrotada, corrió como pudo y desapareció en la niebla.

El lobo se dio la
vuelta y se acercó hacia ellos. Estaba tan cerca que Ros podía sentir su cálida
respiración y fue invadida por una sensación de alivio y tranquilidad. Ella lo
observó por un momento con mucha curiosidad, en verdad que era hermoso y luego
(aunque con algo de miedo) acarició suavemente su cabeza. Parecía que al lobo
esto le gustaba mucho ya que comenzó a mover su cola de un lado hacia el otro.


Todo parecía haber
terminado allí, pero eso no fue así: Un fuerte aullido se oyó desde el lugar en
donde la rata gigante había desaparecido y todos vieron una especie de humo,
tan oscuro como la noche. Éste comenzó a tomar forma y se convirtió en un lobo,
aunque no era exactamente como el que estaba junto a Ros: En la mirada de este
nuevo ser se reflejaban una maldad y una ira incontenibles, era completamente
negro y tenía unos largos y filosos colmillos.


El lobo blanco se
apartó de la chica y fue hacia donde se encontraba el otro. Ambos se miraban
fijamente mientras se movían lentamente, formando un círculo. Comenzaron a
luchar…


Rosangela pensó que
esta vez sería igual a la anterior y que el lobo blanco derrotaría al negro,
pero fue todo lo contrario. Claramente el lobo oscuro era más fuerte y el
hermoso pelaje del otro comenzó a teñirse de sangre. Nadie sabía que hacer,
pero aun así Ros no quería quedarse de brazos cruzados y ver sufrir a su nuevo
“amigo”.


- ¡Hay que hacer
algo! – Gritó.


El hombre de
bigotes lo dudo por un instante, pero tomó dos ramas que había en el suelo y un
par de piedras. Le dio una de las varas al hombre alto y éste tomó más piedras
del suelo. Ambos comenzaron a arrojarlas sobre el enemigo para distraerlo
mientras que Ros, armada con un gran valor, fue al rescate del lobo blanco que
apenas podía moverse por las heridas que tenía. Como pudo, se las ingenió para
cargarlo sobre su espalda, tratando de no lastimarlo. Ella fue junto a la mujer
y la niña y se alejaron del lugar lo más rápido que pudieron, dejando que los
hombres se ocuparan de la bestia.


No pasó mucho
tiempo hasta que sintieron unas fuertes pisadas que se acercaban a toda
velocidad hacia ellas. El lobo negro ya había terminado de “jugar” con los
hombres y prefirió acabar lo que había empezado con el otro. No había forma de
escapar de él pues claramente era mucho más rápido que ellas, tan veloz era que
parecía volar en lugar de correr.


Ellas llegaron a lo
que parecía ser un callejón sin salida, algo muy extraño de ver en un
cementerio. Pero el lugar no parecía eso exactamente, mas bien, se encontraron frente a lo que parecía una
especie de altar. Rosangela se sorprendió mucho ya que en la altura se podía
contemplar una enorme estatua de una bella mujer alada. Sus ropas y su largo
cabello eran dorados y sus ojos de un hermoso color agua, en realidad, más que
una estatua parecía ser un ser vivo.


Pero no había mucho
tiempo para admirarla ya que el lobo negro las había finalmente alcanzado y
bloqueaba su única ruta de escape y no tenían a donde ir, estaban completamente
atrapadas…


La mujer y la niña
se hicieron a un lado, buscando alguna grieta o lo que fuera donde poder
esconderse. Pero Ros no podía hacerlo, de hecho apenas podía moverse por el
peso del lobo, pero tampoco quería dejarlo abandonado en el suelo. Decidió protegerlo
como le fuera posible. El lobo negro se lanzó al ataque y Ros pudo apenas
esquivar la embestida de la bestia, pero de un rápido movimiento, el lobo,
logró clavar sus colmillos en la mano izquierda de la chica y ésta comenzó a
sangrar. Fue algo muy doloroso para ella y dio un fuerte grito de dolor y unas
lágrimas cayeron de sus ojos, pero aun así siguió resistiendo y no soltó a su
compañero en ningún momento.


La mujer, asustada,
dio unos pasos hacia atrás y tropezó con una piedra. Al intentar levantarse,
notó que había algo escrito a los pies de la estatua de la diosa. Allí decía
algo acerca de los lobos y había una especie de conjuro escrito en una lengua
extraña. Decía lo siguiente: “Eloe muice
mabec eloec mera yotasmuduis nepe dopep ebic erulic ñedetep disbic mekusic”.


La mujer comenzó a
recitarlo y cuando el lobo negro se percató de esto, se dirigió a atacarla.
Pero no pudo acercarse demasiado, era como si una barrera invisible no lo dejara
avanzar hacia la diosa. Al ver que nada podía hacer, volvió su cuerpo hacia
Rosangela y el lobo blanco, estaba dispuesto a acabar con ellos antes de que el
conjuro terminara de ser recitado, pero ya era tarde: la mujer acababa de
decirlo. En ese momento la estatua comenzó a brillar y de sus manos empezó a
brotar el agua más pura y cristalina que Rosangela haya visto en toda su vida.
Al ver esto, el lobo negro tomó distancia, como si le tuviera miedo al agua.
Por otro lado, el malherido lobo blanco, abrió sus ojos y se liberó de Ros,
cayendo al suelo. Como pudo se acercó al agua y dejó que ésta le cayera encima;
al instante sus heridas sanaron y la sangre que teñía su pelaje desapareció. En
menos de un minuto recobró sus fuerzas por completo.


El lobo hizo señas
a Ros, meneando su cabeza, para que se acercara, y ella lo hizo. Él la tomó del
brazo herido (que aun sangraba) con sus colmillos, pero con tal cuidado y
suavidad que ni los sintió, y lo puso debajo del agua.


Rosangela estaba
sorprendida: Sus heridas comenzaron a cerrarse (como si jamás hubieran
existido) y dejó de sentir dolor. Ni siquiera sentía cansancio por todo lo que
había corrido y por haber cargado al lobo, simplemente estaba como nueva.


Esto era
maravilloso, si, pero no cambiaba una realidad: El lobo negro seguía allí y
definitivamente era más fuerte que el blanco en combate. Por alguna razón no se
acercaba, pero no podían quedarse allí para siempre, tenían que hacer algo.


- ¡El agua! – Dijo
la niña, que estaba leyendo el escrito - ¡El agua cura a los buenos y castiga a
los malos!


Lo dijo de una
forma algo inocente, pero era la verdad. Lo que allí decía era lo siguiente: “Cuando la desesperanza inunde vuestro
corazón, cuando el mal parezca ganar, invoca las plegarias de la diosa Eloe.
Ella curará tus heridas y te ayudará a vencer el mal que aqueje tu corazón.
Solo debéis de tener fe en el poder de la diosa”.


En ese momento, el
lobo blanco, se abalanzó sobre el enemigo y se aferró fuertemente de su cuello
con sus largos y afilados colmillos, impidiendo que este pudiera moverse. Ros
comprendió entonces lo que debía hacer: Tomó toda el agua que pudo entre sus
manos y se lanzó sobre la bestia lanzando el agua sobre el rostro de aquel
horrible ser.


El lobo blanco lo
soltó entonces y el negro comenzó a retorcerse y gemir de dolor. Poco a poco se
fue convirtiendo en humo hasta que desapareció por completo. En ese momento la
niebla empezó a disiparse y el cielo se aclaró, permitiendo que los rayos de
sol iluminaran todo el lugar. Al poco tiempo, vieron aparecer a los dos
hombres, con las ropas algo rasgadas y unos pequeños raspones y moretones en
sus cuerpos.


Finalmente encontraron
la salida de aquel lugar. Pero apenas salieron del cementerio, los cuatro
extraños comenzaron a brillar y desaparecieron repentinamente. Rosangela se
sorprendió y creyó que lo mismo le ocurriría a ella, pero eso no sucedió.


- Al fin son
libres- Dijo alguien a sus espaldas.


Ros se dio la
vuelta, asustada, y se encontró cara a cara con el niño que había visto junto a
su compañera.


- No te preocupes –
Dijo él – Esas personas eran espíritus atrapados en este lugar, ahora ya son
libres y podrán ir a donde les corresponda…


- ¿Qué es este
lugar? – Preguntó Ros, mirando a su alrededor.


El lugar era
extraño: No había calles, era una gran y basta pradera, y había un camino de
tierra desde la puerta del cementerio hasta lo que parecía ser una aldea
(aunque estaba algo lejos).


- Ya no estás en tu
mundo – Dijo el niño, en un tomo que a Ros le pareció de burla – Esto es Drias…


- ¿Drias? –
Preguntó ella, pero no hubo respuesta, el niño ya no estaba allí.


- Por cierto, mi
nombre es Silver. Muchas gracias por haberme ayudado allá en el cementerio –
Dijo repentinamente el lobo, cosa que sorprendió mucho a Rosangela.


- ¿¡Puedes hablar!?
– Preguntó ella, asombrada. Pero él no contestó, simplemente comenzó a caminar
en dirección a la aldea y Ros, sin saber que hacer en ese extraño lugar, caminó
junto a él…


Y este es el inicio
de una de las leyendas más grandes que podrán contarse sobre la faz de Drias
alguna vez. Este es el comienzo de la leyenda de Rosangela, la chica venida de
otro mundo para salvarnos de la destrucción.